'Grand Tour': Savonarola

Adolfo P. Suárez
Florencia III. Ponte Vecchio
Tinta, acuarela y acrílico sobre papel, 21 x 30 cm. 2016

IMAGEN: ADOLFO P. SUÁREZ | TEXTO: ANDREA MIRANDA DUQUE.

‘Qui dove con i suoi confratelli 
Fra Domenico Buonvicini e Fra Silvestro Maruffi 
il XXIII Maggio del MCCCCXCVIII 
per iniqua sentenza fu impiccato ed arso 
Fra Girolamo Savonarola. 
Dopo quattro secoli fu collocata questa memoria’*

Savonarola, Savonarola… ¡Savonarola se lo ganó a pulso!, cosa que al parecer les suele pasar mucho a los altos y alguna vez adorados mandatarios hijos de la península de la bota. 

Tenía otro punto en contra además, que era dominico, ya sabéis, la Inquisición y esas cosas… ummmm… complicado… un ‘domini canis’, un ‘perro del Señor’, y aquella época que era tan bonita, ¡el Renacimiento!, todo flores, canciones y libros, algo así como un movimiento hippy que, después de salir de la Edad Media tenía un peligro que no veas, que la represión es muy mala. 

Entre ésto, y que a Savonarola los Medici no le caían muy bien por aquello del tema político resulta que ‘saltaron chispas’, y nunca mejor dicho: que si andáis todo el día pintarrajeadas, que tanto libro profano os seca el seso y humedece el sexo, que lo del amor libre es una cosa muy fea… 

Antes de que en Juego de Tronos se inventaran ‘los gorriones’ ya teníamos en Florencia a los ‘pignone’, que seguían a Girolamo loca y ciegamente, y metían la nariz en las casas a ver qué cosas impúdicas encontraban por ahí. Eso, claro, no le gustaba a todo el mundo, ni la austeridad ni la pobreza, ni el cilicio ni la frugalidad. 

Nada, que Savonarola se vino arriba y empezó a criticar hasta al Papa, y al Papa le pareció muy mal, para qué vamos a decir otra cosa, ‘a este frailecillo le voy a buscar yo las cosquillas, vive Dios’, que se dijo Inocencio VIII, y vaya si se las buscó, que tenía muchas, aunque el que se las encontró y de verdad fue Alejandro VI, mundanamente conocido como Rodrigo Borgia, otro que era muy suyo para sus cosas y tenía el genio torcido, que no se andaba con chiquitas. 

De lo que hablábamos, en lo de venirse arriba Savonarola se vino y mucho: organizó unas ‘Hogueras de las Vanidades’ que ni las Fallas de Valencia, y para que se vea mira, en medio del la Piazza della Signoria. Allá fueron libros, las pinturitas de las señoras, cuentan que preciosos (y obscenos por lo visto) cuadros renacentistas que ni sabemos que existieron, pelucas, piezas lujosas y vestidos descocados. 

Algunos se mueren por ser excomulgados, se pasan haciendo todo el día el Mal y perrerías varias y oye, casi que imposible, y sin embargo Savonarola fue excomulgado y ejecutado (excomulgados sí, pero ejecutados ya no nos hace tanta gracia, ¿eh?), premio doble con tortura incluida, ¿quieres más?, venga, te dejamos sano el brazo derecho para que nos firmes la confesión, y ya que son tan agradables el fraile hasta firma y todo. 

Ahora sí, ahora no, Savonarola se arrepiente, ¡se arrepiente de haber firmado! 

Majete… ¡majete que nos tienes hasta los mismísimos!: garrote vil (otro favor que te hacemos) y hoguera después, para que no sufras. 

Lo que son las cosas. Allá donde ardieron aquellas otras hogueras que quemaran sabiduría, belleza y cultura, reducen a cenizas los huesos de Savonarola. Los reducen a cenizas no sea que a los fanáticos les dé por guardar sus huesos y adorarlos. Donde fue quemado, en la Piazza della Signoria, podemos ver hoy una placa conmemorando su ejecución, para esto los italianos son muy cuidadosos y te tratan con mucho cariño en los antes y en los después, en los mientras ya no tanto. Venga a sacar y meter los restos de la hoguera para que se pulvericen bien y después al Arno, junto al Ponte Vecchio, un puente en aquel momento totalmente ocupado por carnicerías que vertían sus deshechos al agua. Te quedaste en comida para peces, Fra Girolamo. Arrivederci, Savonarola. 

Muchos turistas pasan hoy sobre la placa conmemorativa y no la ven, o no la leen, o ni siquiera saben ya quién fue ese Savonarola. Ni les suena su nombre, que se ha ido diluyendo en los siglos. 

Esta postal cuenta hoy el final de nuestra historia, donde acabaron de forma tan miserable los restos del fraile incendiario. Vemos sobre los edificios erigirse, magnífica, la torre del Palazzo Vecchio que vio su cuerpo arder, y bajo el puente el agua que fluye eternamente. Casi 70 años más tarde aquellos Medici que Savonarola tanto odió seguían siendo los amos de Florencia, quizá no tan queridos, pero quién ha dicho que debamos amar la bota que estamos obligados a lamer. Vasari diseñó para ellos el corredor que aún hoy sigue sobre el puente, repleto de joyerías para japoneses y alemanes, que son los únicos que pueden permitirse estos ‘souvenirs’, joyerías que se instalaron allí porque los Medici eran de olfato fino y les molestaban aquellas asquerosas carnicerías cuando, desplazándose sobre el resto de los mortales, iban del Palazzo Pitti a la Signoria. Seguramente de vez en cuando se acordarían de aquel fraile que dio tanta candela, no sé si cuando pasaban sobre el lugar en el que tan indignamente tiraron el polvo al que quedó reducido, no sé tampoco si sonreirían de medio lado en su memoria, no sé si ni siquiera le dedicarían ese desprecio.

* 'Aquí fue donde, con sus hermanos Fra Domenico Buonvicini e Fra Silvestro Maruffi, el 23 de mayo de 1498, por injusta condena fue estrangulado y quemado Fra Girolamo Savonarola. Después de cuatro siglos fue colocada esta placa'. 

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