El lenguaje del abanico

El abanico, James Tissot (c. 1875)

¿A que a más de alguno os ha dado por sacar estos días el abanico para sofocar este calor veraniego?Pues en la época victoriana sacar un abanico suponía todo un arte que podía conllevar una comunicación más allá que el del alivio de un sofoco… y es que todo amante del siglo XIX, y en especial los caballeros, conocen el secreto lenguaje del abanico que con esto del verano debía resultar una excusa perfecta para dejarse lucir. Muchas veces me he imaginado lo torpe que yo misma podría resultar moviendo el abanico hasta el punto de confundir al pobre que tuviera que comunicarse conmigo en la distancia recurriendo a este lenguaje secreto.

En el caso de que se te ocurriera apoyar el abanico en la mejilla derecha estabas dando una respuesta afirmativa (vaya usted a saber a qué), por el contrario si se sujeta el abanico abierto en ambas manos pediríamos disculpas por algo. Si presionáramos el abanico ligeramente sobre los labios estaríamos comunicando a nuestro misterioso caballero que queremos que nos bese, ¡imagínate que lo haces en un descuido!, cuántos corazones rotos debió haber por cosas como estas, lo más desconcertante de todo es que tras este gesto se nos ocurriera girar el abanico en la mano derecha… en tal caso estaríamos diciendo que nos gusta otra persona, con la perplejidad consiguiente del interlocutor…

¡Todo un lío esto del lenguaje del abanico! Abrirlo enteramente de golpe suponía llamar a la otra persona, si lo situamos junto al corazón podía suponer una declaración de amor, y cerrarlo lentamente incluso aceptar una propuesta matrimonial, si lo abanicabas deprisa estabas comprometida, si lo hacías despacio comunicabas que estabas casada, y si tocabas el borde del abanico con un dedo querías hablar con alguien a solas… hay muchos gestos más, y lo peor es que hay bastantes variaciones de interpretación. Esta podéis leerla a lo largo de una divertida historia en http://thevictoriantimes.blogspot.com.es/2011/08/language-of-fan.html 

¿a que la próxima vez os pensaréis más eso de sacar el abanico?

Por Lorena Gil Blanco, Historiadora del Arte.

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