Museo de las Alhajas en la Vía de la Plata, La Bañeza (León)
Fachada de la Casa de Doña Josefina, Museo de las Alhajas en la Vía de la Plata Fot. Andrea Miranda |
Texto ARTE XIX | Recientemente he visitado un museo que me ha gustado pero que a la vez me ha dejado con una sensación de que faltaba mucho por ver.
Tan importante en este caso me parecía el continente como el contenido. El Museo se ubica en un edificio de vivienda individual urbano de principios del siglo XX, la Casa de Doña Josefina, en lo que en aquel momento era la floreciente pequeña ciudad de La Bañeza. La arquitectura, que definen como modernista, presenta realmente una fachada de tipo ecléctico - junto a elementos clásicos se advierten molduras de orejas de influencia barroca y una cornisa de tipo regionalista-, presenta una tipología similar a la de otros edificios en la ciudad, en la que destacan puntualmente otros ejemplos con una decoración más elaborada, así que nos disponemos a entrar y descubrir si en el interior se conserva la disposición de una vivienda de la época, pero básicamente ha perdido su esencia original. En el vestíbulo del Museo nos encontramos que, un espacio que debería acoger al visitante, introducirle en la muestra, y mostrar parte de su esencia, se ha adaptado como pequeña sala de audiovisuales: cuando hay visitantes que entran, salen, preguntan o revisan las vitrinas para adquirir algún recuerdo es bastante molesto para quien está viendo el vídeo de bienvenida. La escalera que asciende al piso superior, y el espacio cuadrangular en el que se ubica es lo arquitectónicamente conservado más destacable: madera, forja y una vidriera en la zona superior que ofrece un hermoso y cálido ambiente ausente en el resto del Museo. Quizá poner más en valor el edificio sería un elemento de suma: dejar unas contraventanas abiertas con una adecuada de corrección de luz sobre las vitrinas conseguiría un buen efecto, más en los dos espacios que dan a la fachada principal del edificio, donde se conservan unas grandes y hermosísimas vidrieras emplomadas que dividen en dos espacios estas estancias. Lo más bello del edificio no luce lo que debería con una iluminación de vitrinas, en algunos casos de luz demasiado blanca.
¿Mostraros el espacio del Museo, alguna pieza? Imposible. No se permiten fotografías en el interior, ni siquiera sin flash. El flash siempre sobra, por supuesto, por respeto a las piezas expuestas y al resto de visitantes. Está claro que una fotografía hecha por un profesional va a ser infinitamente mejor que la que cualquier aficionado pueda hacer, pero en este viaje hacia el futuro que los museos de todo el mundo están iniciando, permitiendo que se toquen algunas piezas incluso, no se entiende la prohibición de que se hagan fotos en su interior. Se permite fotografiar en muchos grandes e importantes museos, no veo porqué este ha de ser una excepción: limita la experiencia, coarta, y a mí me pone en un aprieto teniendo que recurrir exclusivamente a mi memoria para transmitiros la visita, que no os llegará ilustrada y por ese motivo os parecerá mucho menos interesante. Eso sí, podéis visitar su página web donde encontraréis imágenes y acceso a otras redes sociales en las que el mismo participa: www.museoalhajas.es
De una colección que se presenta como de más de 3000 piezas se expone lo que parece una mínima parte de las mismas: realmente por mi parte lo agradezco, es verdad, en ocasiones ver ejemplos contados nos hace detenernos más y quedarnos con lo esencial, y una selección de lo mejor ayuda a imprimir un mejor recuerdo. Las piezas, de entre los siglos XVI y XIX, predominando en número las de la última época. El personal del Museo, muy amable y atento, me indica que aproximadamente cada año se modifica la exposición permanente.
Es una muestra que se comienza ‘por el final’, se recorren todas las salas hasta la última y ahí comenzamos la visita. Se inicia con una sala dedicada al mundo infantil. Aunque el Museo se denomina ‘de las Alhajas’ ocupan un lugar muy importante también las ropas tradicionales de la Vía de la Plata. En esta sala se observan junto a los pequeños dijes y amuletos de protección de los niños prendas de bautizo hermosísimas del siglo XIX. En las piezas infantiles predominan la plata, el coral y el azabache, y aparecen elementos de marfil.
Salmantinos, Joaquín Sorolla (1912) Museo Sorolla, Madrid |
Los trajes se adornan con hermosas ‘collaradas’, impresionantes adornos que componen hilos de coral fundamentalmente, a los que se van añadiendo piezas de plata y oro habitualmente: relicarios, cruces y medallas.
En la sala en la que se expone únicamente joyería se disponen separadamente los diferentes tipos de pendientes: arracadas, vincos, calabazas y polcas, ciertamente muy difícil de describiros sin imágenes, piezas de gran tamaño, brillo y color. La plata, el oro, y la plata sobredorada dan cobijo a pasta vítrea y cristales de color rojo, verde y ámbar. Son espectaculares las vitrinas en las que se expone azabache, procedente de tierras asturianas; su virtud protectora destaca en el que se talla en forma de ‘figas’ (se trata la abstracción de manos cerradas en puño con el pulgar situado entre los dedos índice y corazón, signo de protección) desde tamaños de 2 cms. hasta los 16 cms., desde las más sencillas hasta las más profusamente decoradas, que se vestían como ornamento. Otras piezas de azabache se tallan a modo de piezas más habituales como cruces o broches profusamente trabajados. En la última sala se presentan los medallones o patenas, piezas de orfebrería de gran tamaño que se lucían igualmente sobre los trajes tradicionales, decorados con hermosísimas figuras religiosas y una gran ornamentación.
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